UNA CARTA PARA LAS PRINCESAS QUE SE CANSAN DE ESPERAR.
No hay nada que atente mas contra el verdadero amor que conformarse con algo menos que el ideal soñado. Te pasas gran parte de tu juventud esperando a un hombre que te haga temblar de amor solo con mirarte a los ojos, un príncipe que te haga desmoronar con su sonrisa, pero a medida que transcurre el tiempo te convences que ya no quedan hombres así, o lo que es peor, comienzas a sospechar que quizá nunca nadie te va a enamorar como te mereces, que tal vez eso solo pasa en las películas. Lo único que te queda y sabes con certeza, es que estás profundamente enamorada…pero del amor. Aunque aún no te has enamorado de nadie, aún así tienes la capacidad de leer una tarjeta romántica y conmoverte hasta el alma, o puedes mirar una película de amor y llorar como una niña…es que las ganas de enamorarte son tan fuertes que el mismo amor que esperas.
Y enamorarse del amor nunca es bueno, porque siempre lo ideal va a colisionar con la realidad; cuando no logras enamorarte de alguien de verdad y solo amas el amor, el romanticismo no alcanza y termina en la cursilería barata. Las amigas comienzan a decirte: “¿Y qué estás esperando? ¿Al hombre perfecto? Olvídate! Búscate a un hombre bueno que te quiera bien y date por dichosa!” Y lo peor…es que les empiezas a creer, abandonas la búsqueda de ese verdadero amor soñado, le pones un cartel de “disponible” a tu corazón y te dejas atrapar por el primer muchacho bueno que te promete una familia estable.
Conozco a varias mujeres que se casaron con la ilusión que el casamiento por si mismo les iba a regalar la felicidad que buscaban; pero tan pronto terminó la boda y la luna de miel fue un recuerdo del mes pasado…quedaron tan vacías como cuando aún no amaban.
Es que se casaron enamoradas del amor, y no del amado. Son esas mujeres que cuando le preguntas si son felices te responden como solían hacerlo nuestras abuelas: “La verdad, es que es me tocó un hombre bueno y muy trabajador…no puedo quejarme, es un buen padre”; te dan ganas de decirle: “No te pregunté si tu esposo es un vago, un hombre malo o un pésimo padre, te pregunté si eres feliz, si ese hombre despierta tu pasión todos los días, si te corta la respiración cuando te roza la piel, si te tiene enamorada como a una tonta adolescente aunque hayan pasado mas de veinte años!”
Recuerdo una vieja canción de los ochenta que solía cantar Angela Carrasco que decía: “…me llenaste la cabeza de sueños y promesas y yo quería soñar. No, no me puedo quejar, me envolviste con ternura y aunque fuese una locura, te acepté sin dudar. No me puedo quejar…tienes alma de ladrón, tienes porte de señor y ojos de gitano; corazón de soñador, tienes piel de vividor…pero te amo. Eres dueño de mi amor, con tus besos de pasión,con tu cara de ángel y tus caricias de seda…a ver quien se niega”; en otras palabras, aunque ella estaba consciente que quizá el no era el yerno ideal para cualquier madre, aún así ella lo amaba irracionalmente. Es que el amor simplemente ocurre el día menos pensado, cuando descubres que el corazón ya no te pertenece y se transforma en un cóctel de sentimientos que no puedes controlar y mucho menos disimular, especialmente cuando el te mira directo a los ojos.
Lo patético del caso es que quien está enamorada del amor, un buen día se conforma con un “peor es nada” o con un “por lo menos no estoy sola” y trata de convencerse que lo ama. Piensa que en el fondo, es afortunada en haber dado con un “hombre bueno”, que la quiere bien, le dará la oportunidad de formar una familia, la va a cuidar y no le hará faltar nada; y como quien compra un electrodoméstico, se auto convence que se acostumbrará a esta nueva vida con lo que acaba de adquirir.
No estoy tratando de decir que tu amado no sea de carne y hueso, todo lo contrario, Lo mas probable es que tenga tantas virtudes como defectos, y es justamente por esa razón que necesitas sentir amor del bueno. Ese amor que perdura y aumenta con los años porque la llama se mantiene encendida y no porque quedaste atrapada en una relación.
Aún así, soy de la idea que todo podría marchar medianamente bien por algunos años y quizá ella logre acostumbrarse a una vida medianamente tranquila junto a un “hombre bueno y trabajador”, mientras va olvidando aquel amor ideal que nunca llegó a su puerta.
Pero un día (no importe cuantos años hayan pasado) en alguna esquina de la vida, ella se topa con ese verdadero amor con el que siempre soñó y guardó en su corazón de quinceañera. Alguien que con solo mirarla le hace pedazos todo lo que ella creyó construir con mucho esfuerzo y la logra derretir solo con su sonrisa de caballero. Porque aunque ya no lo espera, ese príncipe con “cara de ángel, corazón de soñador y ojos de gitano” un buen día irrumpe en su corazón y literalmente le desmorona lo que hasta ese entonces ella creía que era el amor.
Ella se vuelve a sentir una adolescente y tonta enamorada (tenga la edad que tenga), por primera vez aparece esa sensación de mariposas en el estómago y no puede dejar de pensar en el nunca mas. Pero claro…ya es demasiado tarde, ella creyó que con estar enamorada del amor le bastaría para aprender a amar al “hombre bueno” que tiene a su lado…hasta que realmente se topa con el verdadero príncipe que no supo o no quiso esperar.
Por eso siempre que alguien que va a casarse y viene a pedirme algún consejo, lo primero que le pregunto es si realmente ama a su pareja con locura, con esa pasión con la que el Señor nos dotó para amar, incondicionalmente y con todo el corazón.
Y en ocasiones, termino descubriendo que tal vez quien está a punto de casarse solo está “enamorado del matrimonio”, “de tener una familia propia” o “enamorado del romanticismo”. Ninguna de las tres motivaciones alcanza para pasarse el resto de su vida junto a otra persona. O sea, claro que puedes, la gran pregunta es si serás feliz.
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